Felicidad y Vino

pasaje de la novela LOS VAGABUNDOS DEL DHARMA publicada en 1958

Feliz. Solo con mis pantalones cortos, descalzo, el pelo alborotado,
junto al fuego, cantando, bebiendo vino,
escupiendo, saltando, correteando -¡esto sí que es vida!-
Completamente solo y libre en las suaves arenas de la playa
con los suspiros del mar cerca y las titilantes y cálidas estrellas,
vírgenes de Falopio,
reflejándose en el vientre fluido del canal exterior.
Y si las latas están al rojo vivo y no puedes cogerlas con la mano,
usa tus viejos guantes de ferroviario; con eso basta.
Dejé que la comida se enfriara un poco
para disfrutar un poco más del vino
y de mis pensamientos.

Me senté con las piernas cruzadas sobre la arena
e hice balance de mi vida. Bueno, allí estaba, ¿y qué?

"¿Qué me deparará el porvenir?"

Entonces, el vino excitó mi apetito
y tuve que lanzarme sobre las salchichas.
Las mordí por un extremo sujetándolas con el palo por el otro,
y ñam ñam, y luego me dediqué a las dos sabrosas latas
atacándolas con mi vieja cuchara
y sacando judías y trozos de cerdo, o de macarrones y salsa picante,
y quizá también un poco de arena.
"¿Cuántos granos de arena habrá en esta playa? -pensé-.
¿Habrá tantos granos de arena como estrellas en el cielo? -ñam, ñam-.
Y si es así, ¿cuántos seres humanos habrán existido?
En realidad, ¿cuántos seres vivos habrán existido
desde antes del comienzo de los tiempos sin principio? Bueno, creo que
habría que calcular el número de granos de arena de esta playa
y el de las estrellas del cielo,

en cada uno de los diez mil enormes macrocosmos,
lo que daría un número de granos de arena que
ni la IBM ni la Burroughs podrían computar.



¿Y cuántos serán? -trago de vino-; realmente no lo sé,
pero en este preciso momento esa dulce Santa Teresita y el viejo vagabundo
están derramando sobre mi cabeza un par de docenas
de trillones de sextillones de descreídas e innumerables rosas mezcladas con lirios."


~*~

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